Por: Observatorio de Realidades Sociales
Es común escuchar sobre los territorios a partir de las dinámicas de violencia que se desarrollan en ellos; sin embargo, poco se los reconoce desde las apuestas por la paz, la vida y los repertorios de acción colectiva que proponen para superar todas las formas de violencia presentes que les impiden alcanzar la dignidad humana.
En un espacio de diálogo e intercambio de saberes, en el que participaron la Casa Cultural El Chontaduro, la Fundación Pazajeros, la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, el Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana, el Observatorio de Paz de la Gobernación del Valle, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN) y el Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali, se logró identificar que existen importantes esfuerzos alrededor de la cartografía social y el mapeo de iniciativas constructoras de paz, que en el centro ubican la gestión social del conocimiento como un bien colectivo.
Uno de los ejercicios investigativos, explicó el padre Mauricio García, director del doctorado en Estudios para la Paz de la Universidad Javeriana de Cali, es un Mapa de Experiencias de Paz que, a nivel nacional, ha logrado identificar, a través de 10 categorías analíticas, 1.290 iniciativas que desarrollan procesos de construcción de paz pensados desde abajo, es decir, desde la visión de las comunidades organizadas. El padre Mauricio planteó, a manera de reflexión, que “estamos acostumbrados a ver una geografía de la violencia y muchas veces no registramos qué es lo que hay en relación con la paz”.
Desde el enfoque de una paz preventiva y la no violencia, Francisco Domínguez, docente universitario e integrante de la Fundación Pazajeros, habló sobre la cartografía del teatro comunitario en Cali como una apuesta que da lugar para comprender que “cuando hay procesos de violencia, los grupos organizativos buscan construir alternativas para hacerle frente a esas conflictividades”.
En el oriente de Cali, donde se dice que cada mañana nace el sol, las violencias estructurales han puesto barreras que dificultan las posibilidades para que sus gentes construyan sus proyectos de vida. En ese contexto, la Casa Cultural El Chontaduro lleva 38 años acompañando a las comunidades con el horizonte de la búsqueda de justicia étnico-racial, territorial y de género.
Desde una mirada crítica frente a sus realidades, han emprendido acciones colectivas, entre ellas la investigación social y la generación del conocimiento como un bien común desde el cual, como lo expresó Juan David Quiñones, establecen “una mirada situada de la vida”, desde donde “cuestionamos nuestro lugar en el mundo”. Y desde esos principios plantean otras narrativas y discursos propios de sus identidades, desde adentro, desde su sentipensar, y a partir de ello, junto a otros y otras, construyen sus apuestas territoriales de paz.
Por su parte, la Misión de la ONU en Colombia socializó sus ejercicios alrededor del mapeo de iniciativas de paz impulsadas por firmantes del Acuerdo de Paz, quienes, desde la dejación de armas, han venido desarrollando procesos como parte de una reincorporación comunitaria.



Para la JEP y la ARN, el mapeo de iniciativas es una mirada hacia la paz en medio de una Colombia profundamente herida que necesita promover procesos de diálogo. Por eso, han ido identificando acciones restaurativas realizadas por firmantes de paz.
La participación del Observatorio para la Paz de la Gobernación del Valle dio a conocer que el interés de este espacio es fortalecer las capacidades comunitarias e institucionales de cara a promover una cultura para la paz a partir de la generación de conocimiento y pensamiento.
El encuentro permitió al Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali presentar un avance del MAPAZ, un mapeo que se propone como un bien colectivo para ayudar a ser puente, para hacer tejido y redes que permitan sumar esfuerzos entre las propuestas sociales de paz.
El encuentro posibilitó reconocer las experiencias con sus métodos y herramientas, identificando que estas tienen un abordaje centrado en las comunidades, en sus voces y sus repertorios. Por esta razón, el mapeo debe concebirse como una herramienta que puede contribuir a la visibilización de las problemáticas sociales, la defensa de los derechos colectivos y la construcción de futuros posibles desde la memoria y la acción comunitaria.
La conversación permitió identificar la necesidad de profundizar en el reconocimiento de más iniciativas de paz en torno a las preguntas: ¿Quiénes son? ¿Cuál es su historia? ¿Dónde están? ¿Cuáles son sus repertorios de acción colectiva?