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Santiago de Cali: Las caras de una ciudad en contradicción

Por: Anna-Lena Diesselmann*

Santiago de Cali, conocida como la «Sucursal del Cielo» por su clima cálido y agradable, es una de las ciudades más importantes y vibrantes de Colombia. Reconocida internacionalmente por su salsa, su cultura afrolatina y su dinamismo económico, Cali se presenta ante los ojos del turismo como un destino lleno de colores, ritmo y calor humano. Antes de la COP16, Cali se puso un nuevo apellido: La Cali biodiversa – llena de proyectos de protección para el medioambiente- se presentó como capital de la costa pacífica.

Sin embargo, detrás de esta imagen turística, la ciudad también enfrenta realidades dolorosas que muestran una faceta menos atractiva: el racismo estructural, las desigualdades, la pobreza, la exclusión social y la difícil situación de las personas desplazadas que buscan refugio en la urbe. 

En este contexto, el sociólogo Gustavo A. Santana Perlaza, en su reflexión sobre la violencia en Cali, describe: “Fui expulsado de El Charco y obligado, junto a mi familia, a llegar a una gran urbe, a Cali. Una ciudad con lógicas del mundo distintas, donde se establece ‘el desarrollo’ y mejor calidad de vida”. La experiencia de Santana-Perlaza refleja el sentimiento de desarraigo y lucha de muchas personas desplazadas que llegan a esta ciudad en busca de una vida mejor, para encontrar una ciudad que, aunque aparentemente moderna y próspera, sigue siendo profundamente excluyente.

Para el 2020, según el DANE, el 39,7% de la población de Cali se identificaba como afrocolombiana, mientras que un 3,4% se identificaba como indígena. Cali es la segunda ciudad con mayor población afro fuera del continente africano. A pesar de su alta proporción en la población total, estas comunidades enfrentan dificultades significativas en términos de acceso a educación, empleo y servicios de salud. Si bien la población indígena es poca, muchas de ellas llegan de paso a nuestra ciudad, sobre todo producto del desplazamiento forzado y donde, desde el Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali hemos tenido la oportunidad de acompañar en la búsqueda de sus derechos.

Una de las caras más oscuras de la realidad social de Cali es la situación de las personas desplazadas, muchas de las cuales llegan a la ciudad huyendo de la violencia del conflicto social, político y armado en otras regiones del país. Cali, por ser una ciudad grande y con una economía relativamente fuerte, ha sido un destino para aquellos que buscan refugio, pero a menudo se encuentran con una realidad de exclusión. Según la Unidad para la Atención y Reparación a las Víctimas (UARIV) alrededor de 5 millones de personas en Colombia han sido desplazadas por la violencia. En el año 2024 han sido 26.753 personas desplazadas. Cali ha recibido a una gran parte de estas personas especialmente de los departamentos del Cauca, Nariño y Chocó. Solo en el periodo de 2018 a 2020, la ciudad vio un incremento del 11% en el número de personas desplazadas internas.

Frente a esta realidad la Vicaría para el Servicio al Desarrollo Humano Integral de la Arquidiócesis de Cali, en su vocación de caridad hacia las poblaciones más vulneradas, acogió durante el 2024 a más de 60 personas de la comunidad Wounaan Char, las cuales han sido desplazadas en diferentes ocasiones de sus tierras y sus comunidades. 

El conflicto armado les obligó a dejar sus casas, sus pertenencias, sus cultivos, en resumen, su sustento de vida. En búsqueda de seguridad para sus vidas y la de los más pequeños y adultos mayores fueron primero a Buenaventura y después a Cali. Tres años de una vida al margen de lo posible, en la calle, a la intemperie, sin techo, ni cama, ni agua para bañarse. El gobernador Jaime nos cuenta de las dificultades de este camino: “Lo único que lograrmos conservar en este viaje son un cuchillo y dos patos – y la cultura ancestral.”  

Actualmente, por medio de la Pastoral Étnica, se le ha brindado un espacio de albergue temporal ubicado en la zona urbana de la ciudad de Cali, espacio que les permite un encuentro seguro para el desarrollo de sus actividades diarias. 

El Padre Edward Gómez Muñoz, director de esta nueva pastoral, explica cuáles son las ideas detrás de este acompañamiento. “En los últimos años hemos visto un creciente número de personas indígenas que han llegado a la ciudad. Estas comunidades han ganado visibilidad, tanto territorial como social y legalmente, al organizarse en cabildos y otras estructuras indígenas”. 

La pastoral ahora busca acompañar estos procesos de integración de la población indígena en la ciudad, especialmente de aquellos que se establecen en Cali por razones de refugio temporal para exigir el retorno a su territorio o una reubicación. En ese proceso se evidencia que algunos conservan valores, creencias y elementos culturales ancestrales, mientras que otros fusionan sus tradiciones con las de la ciudad o pérdida de parte de su identidad. Desde el respeto, el interés en las diferentes creencias y la interculturalidad, La Arquidiócesis de Cali es “tienda de campaña capaz de agrandarse para recibir a todos”, como ha sido el llamado hecho por el Papa Francisco, por eso se encarna ese principio y se busca ser un apoyo y celebrar la hermandad con las comunidades indígenas en Cali.

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*Asesora en Derechos Humanos del Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali, por Comundo

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