Frente al fenómeno del “güireo” y “chacaleo” que resuena con fuerza en algunos medios de comunicación, la Arquidiócesis de Cali, a través de la Vicaría para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, está formulando estrategias para contribuir a la comprensión y transformación del conflicto.
Es cierto que en algunos barrios de Cali, sobre todo en el oriente de la ciudad, conformada por las comunas 13, 14, 15 y 21, niñas, niños, adolescentes y jóvenes organizan, a través de redes sociales, encuentros a los que llaman “güireo”, en los cuales se enfrentan en verdaderas batallas a la vista de todo el mundo, usando piedras, palos, machetes, cuchillos y hasta armas de fuego. De estas disputas han quedado lamentablemente heridos y muertos, lo que alimenta la idea de odio y venganza entre bandos y contribuye a la perpetuación de la violencia.
Sin embargo, la preocupación por cuidar la vida de niñas, niños, adolescentes y jóvenes no debe llevar al encierro de estos en sus casas durante la noche. Aunque esta medida pueda parecer popular y mediática, refuerza la idea de que las juventudes están relacionadas con la violencia y la criminalidad, cuando no es esa la realidad. Además, establecer un toque de queda en sectores específicos de la ciudad refuerza el estigma que estas comunidades han arrastrado durante años.
Es evidente que se requieren acciones frente a un fenómeno como el güireo, que resuena con fuerza, sobre todo mediática, y que también tiene un componente histórico, con patrones repetitivos. Ante esta manifestación de identidad juvenil, es fundamental pensar en procesos sociales que trasciendan las políticas coercitivas, las cuales violan derechos fundamentales como la libertad de locomoción, el libre desarrollo de la personalidad y la igualdad de los individuos a quienes se busca proteger. El fenómeno del güireo es tan complejo que un simple decreto no resolverá las desigualdades e injusticias que alimentan la violencia en amplios sectores empobrecidos.
No es la primera vez que en Cali se decreta un toque de queda para menores. En 1997, el alcalde Mauricio Guzmán recurrió a esta medida con el objetivo de evitar que los menores de 18 años fueran víctimas o autores de hechos criminales. Más tarde, en 2012, el alcalde Rodrigo Guerrero implementó la misma política en las comunas 13, 14, 15, 16, 18 y 21 para tratar de reducir los homicidios que afectaban principalmente a las juventudes.
En el estudio “¿Los toques de queda para menores de edad disminuyen la tasa de homicidio?”, realizado por Burbano EJ, Villa E y Zafra MI (2020), la evidencia mostró que el toque de queda para menores implementado en Cali en 2012 no redujo la tasa de homicidios.
Ante esta evidencia, es necesario preguntarse si las acciones a corto plazo tienen verdaderos efectos sobre problemas estructurales que deben motivar cualquier propuesta. Lo cierto es que, a pesar de haberse intentado medidas similares en otras administraciones, Cali sigue encabezando la lista de las ciudades más peligrosas de Colombia.
Recientemente, en una reunión realizada en el sector de Cuatro Esquinas, convocada para abordar el fenómeno del “güireo” y “chacaleo”, a la cual asistieron miembros de la comunidad, organizaciones comunitarias, jóvenes, la Arquidiócesis de Cali, Fundaautónoma, la Secretaría de Paz y Cultura Ciudadana, la Secretaría de Seguridad y Convivencia Ciudadana, la Secretaría de Educación, la Policía, entre otros, se destacó la necesidad de ser innovadores en la comprensión del fenómeno para proponer acciones diferentes. Es claro que lo que se está haciendo, a pesar de la buena voluntad, no está siendo efectivo. Hoy es necesario dejar de lado las soluciones tradicionales y mirar el fenómeno desde una perspectiva diferente, con nuevos enfoques.
Una de las claves para comprender lo que está sucediendo puede encontrarse en el diálogo con niñas, niños, adolescentes y jóvenes que, directa o indirectamente, están siendo afectados. Es con ellos y ellas que se deben formular las iniciativas, viéndolos como sujetos activos de participación y transformación. En el centro deben estar sus sueños, sus miedos, sus reflexiones, sus expectativas. Hoy más que nunca, se hace necesario escucharles si realmente se quiere transformar la realidad.
Además, es clave buscar alternativas y generar compromisos que trasciendan la temporalidad de los gobiernos locales y sus limitaciones institucionales.
La Iglesia y su experiencia en la transformación de conflictos
La misión pastoral de la Iglesia ha estado siempre al lado de los que sufren, acumulando experiencia en mediación y transformación de conflictos. Ante el fenómeno de violencia protagonizado por algunos menores de edad, esta experiencia debe verse como una oportunidad para construir propuestas territoriales con un enfoque diferencial hacia niñas, niños, adolescentes y jóvenes, reafirmando el mensaje de que las comunidades no están solas y que la Iglesia está donde la necesitan.
En Cali, la presencia territorial de la Iglesia, a través de 162 parroquias, una cuasiparroquia y dos santuarios, es una oportunidad para comprender el fenómeno del güireo y, sobre todo, para generar procesos de acompañamiento a las comunidades en la formulación de alternativas que, desde sus particularidades, contribuyan a la transformación de sus conflictos. Esto, por supuesto, requiere la suma de esfuerzos, la articulación interinstitucional y una red para el cuidado de la vida y la construcción de la paz con enfoque urbano.
Güireo: Enfrentamiento con piedras, palos, machetes, cuchillos y armas de fuego, entre dos grupos conformados por menores de edad.
Chacaleo: Rumba callejera con Dj en la que se escucha guaracha y de la que participan menores de edad.